La salud en el invierno

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Quien se muda a Canadá sabe que tarde o temprano le va a tocar lidiar con el clima, con ese famoso invierno canadiense al que muchos le temen y que con seguridad llega cada año, a veces más suave a veces más intenso, pero siempre frío.  Sobre todo para nuestro cuerpo por tanto tiempo acostumbrado a las temperaturas tropicales…

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Descubriendo Quebec

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…o haciendo turismo a -20°C, podría ser un mejor título para contarles lo que hicimos durante el fin de semana largo de Family Day.

Mi prima nos visitó desde Panamá con un requerimiento muy especial: «quiero vivir al máximo el invierno canadiense». Y qué mejor manera de hacerlo sino es viajando a La Belle Province en pleno mes de febrero, con todo y su frío extremo. Emocionados por el que sería nuestro primer viaje largo desde que emigramos, comenzamos el 2015 haciendo un road trip de varias horas hacia Quebec City, con escala en Montreal.

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Octubre en Canadá

Tengo que decirlo: octubre en Canadá es muy hermoso.

Al comienzo del otoño parece que la belleza del país fuera subiendo de volumen, va in crescendo hasta llegar a un punto máximo, para luego desvanecerse en el paisaje monocromático del invierno. Mientras tanto, octubre nos trae un regalo visual de colores naranjas, rojos, ocres y amarillos, que se mezclan con el verde que aún sigue entre nosotros por un rato más. Uno quiere ir a recorrer otra vez toditos sus lugares favoritos, solo para verlos pintarse de anarajando y admirarlos aún más bellos.

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El frío nuestro de cada día

extreme coldMucho se ha mencionado últimamente el término “vórtex polar”. También conocido en Canadá como “el mes de Enero”.

En este, nuestro segundo invierno, pudimos comprobar los rumores que escuchamos en nuestros países tropicales. Es verdad, para qué negarlo: Canadá es un país donde hace MUCHO, poquito o algo de frío durante la mayor parte del año. El frío nunca falta, moderado o superlativo. En este país las bajas temperaturas se aceptan, se abrazan y se hacen parte de nuestras vidas. Es eso, o vivir amargados.

El frío se vuelve cotidiano y todos, desde el Alto Gobierno hasta las amas de casa, saben como lidiar con él. A uno como inmigrante también le toca aprender, más pronto que tarde. De hecho, junto al idioma, es para muchos uno de los mayores retos del proceso de adaptación.

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Imagen: Disney Pictures

Ya les había contado que este invierno sería intenso, una montaña rusa que baja y sube en el termómetro. Pues tal cual, llegó con todo y en esteroides. Nevadas descomunales, lluvias que transforman todo en hielo, ventiscas de nieve que congelan hasta los pensamientos. Si vieron Frozen, imaginen que por aquí pasó la princesa Elsa desatada y con los nervios de punta. Bueno, así.

Hasta a los canadienses los ha tomado por sorpresa. Algunos cuentan que así eran los inviernos “de antes”. De hecho, lo cuentan con emoción y nostalgia, recordando su niñez. Así como un venezolano recuerda jugar de niño en la playa, o debajo de una mata de mango, el típico canadiense añora sus inviernos de árboles congelados y eternos muñecos de nieve.

Hay tanta nieve y hielo, que es la primera vez en Canadá que me entero de que algo está escaso: la sal. La que se usa para derretir la nieve de las aceras. Nos dijeron que la Alcaldía la había comprado toda para poder cubrir las vías de la ciudad, ante la descarga de nieve que ocurrió apenas empezando la temporada y que nadie se esperaba antes de Enero. Después supimos que la sal deja de ser efectiva a partir de los -15°C, así que no queda de otra sino sacar la pala de metal (la que se usa para sembrar las maticas en verano) y empezar a picar hielo. Más adelante nos enteramos de que a falta de sal, por escasez o por inefectiva, están usando también el jugo de «sugar beet«, o remolacha azucarera. Una especie de remolacha blanca, mas bien parecido a un apio, con gran contenido de azúcar…. La verdad no me imagino mi acera toda empegostada en dulce.

En estos días recordé que a pocos meses de haber llegado en Canadá y antes de empezar las clases,  envié una carta al colegio de mi hija solicitando un asiento de cortesía para ella en el autobús escolar. Por supuesto, utilicé el argumento de quienes venimos del trópico caribeño : “es nuestro primer invierno…no estamos acostumbrados a estas temperaturas…la niña tendría que caminar a la escuela con frío y nieve…”. A mi hija le dieron el asiento, no sin antes escuchar un pequeño sermón de la Directora recordándonos que en este país se espera que los niños inmigrantes puedan lidiar con el frío al igual que los niños canadienses. Supongo que será por aquello del principio de igualdad (no olvidemos que Canadá es socialista).

Hace poco a mi esposo (Consultor de IT) le tocó visitar a un cliente en Scarborough, a 40 minutos de su oficina en Mississauga. El trabajo era muy simple: llegar al sitio, actualizar un equipo, verificar que todo funcionara y regresar. Algo trivial y sencillo, sino hubiera sido el día en el cual el vórtex polar estaba en su apogeo y las temperaturas bajaron a -39°C en el GTA. Mi esposo tuvo que manejar con poca visibilidad debido a la ventisca, por una autopista congelada, cuidando de no patinar con el carro y terminar en la zanja como muchos otros. Sin poder bajar demasiado la velocidad (porque iba en una vía rápida), con todos los músculos de su cuerpo bastante tensos y agarrando bien duro ese volante. Los 40 minutos de viaje se transformaron en hora y media. Llegó al cliente super estresado y congelado. Apenas su día comenzaba… Un par de horas después, al terminar, salió a enfrentarse de nuevo con los elementos de la naturaleza.  Me dijo: “Esta es la verdadera experiencia canadiense: manejar con este frío, llegar, hacer el trabajo como todo un profesional y luego devolverse.”

Ese mismo día, mi hija se quedó en casa, porque ¡ni loca la mando al colegio a -39°C! A pesar de que el transporte escolar estaba suspendido por el windchill warning de Environment Canada, los colegios no cerraron. Muchos protestaron la medida, sobre todo los adolescentes que querían quedarse durmiendo gracias al “snow day” que el Board Escolar nunca declaró. Y probablemente sus padres canadienses los obligaron a ir a clases. Después de todo, se supone que ya deben estar acostumbrados. Luego me enteré de que los autobuses no fueron suspendidos por el bien de los niños, no. Fué porque el frío extremo podría afectar el funcionamiento de las baterías, su combustible se congela, o algo por el estilo. Si no van a encender algunos, mejor los paramos a todos.  De nuevo, el principio de igualdad.

Lo cierto es que haga -1° C ó -40° C, frío suave o intenso, la vida continúa en Canadá.

A veces sonrío cuando me escucho a mí misma quejarme de las capas de ropa, de los dedos congelados por usar el celular, de tener que hablar a través de la bufanda… Ya es mi segundo invierno en este país y quizás pueden pensar que aún no acepto este clima, pero no, en realidad me quejo porque eso también forma parte de la cultura canadiense. Quejarse del clima es el equivalente en Venezuela a quejarse del gobierno. A estas alturas, prefiero un frostbite a un atraco.  Como diría la princesita de Frozen: “The cold never bothered me anyway.

Tormenta de hielo

frozentree2Hace un par de días leí que el pronóstico para el fin de semana era “freezing rain”. No pude evitar imaginarme literalmente lluvia congelada, trocitos de hielo tipo granizo cayendo del cielo.

Después de la última gran nevada que dejó toda la ciudad cubierta de blanco, me pareció extraño que lo que viniera a continuación fuera lluvia. Ideal para derretir y lavar un poco la nieve que ya empezaba a pintarse de marrón, pensé.

Pero aún teniendo año y medio en Canadá, nos queda mucho por aprender sobre su clima, siempre lleno de sorpresas. Ya se me está haciendo costumbre asomarme por la ventana en la mañana para encontrarme con una nueva. La más reciente: mi patio lleno de esculturas de hielo en forma de árboles. Cada rama, cada hoja, cada centímetro de acera, la cerca del patio, los carros, semáforos, señales de tránsito. Todas las cosas, grandes o pequeñas, cubiertas por una gruesa capa de hielo que le daban al exterior un aspecto surrealista, como de cristal.

Eso es lo que hace la freezing rain. Tuve que correr a wikipedia para entender mejor de qué se trataba aquello:

La lluvia helada es el nombre dado a la lluvia que cae cuando las temperaturas de la superficie están bajo cero. A diferencia de la nieve o granizo, la lluvia helada está compuesta por gotas de agua que al caer sobre cualquier objeto, se congelan. El hielo resultante, llamado esmalte (glaze), se puede acumular hasta un espesor de varios centímetros. Una tormenta que produce un espesor considerable de hielo glaseado de lluvia helada se conoce a menudo como una tormenta de hielo (ice storm). La lluvia helada puede causar problemas de viaje en las carreteras, romper ramas de árboles y derribar cables de electricidad.

Más claro imposible. Eso fué exactamente lo que pasó.

A primera vista, aquello era tan espectacular e inverosímil que mi primer impulso fué ponerme las botas de invierno y salir cámara en mano a tomar todas las fotos posibles y compartirlas con el mundo para que me creyeran tanta belleza.

Pero al darme cuenta de que, aunque no hacía mucho frío, cada pedacito de suelo era tal cual una pista de patinaje y caminar de forma normal es prácticamente imposible, a menos que tuviera unos zapatos de esos que traen ganchos en la suela, las fotos de cerca tendrían que esperar.

En cambio los canadienses, ya bastante acostumbrados a las sorpresas del clima y siguiendo la máxima de “go with the weather”, se enfundaron en sus patines y salieron a recorrer las calles y hasta jugaron hockey en las pistas recién estrenadas, cortesía de esta tormenta de hielo, un fenómeno que parece no ser tan común como pensamos y que no ocurría por estos lados desde 1998

Cuando revisé las noticias fué que internalicé el lado feo de todo aquello: la “ice storm”, otra tormenta que cayó en silencio, congeló gran parte de los árboles, carreteras y tendido eléctrico de la Gran Área de Toronto y más allá. Por el peso del hielo, los árboles empezaron a quebrarse, cayendo en el medio de las aceras y encima de los carros. Algunos en serio se partieron en dos, sus ramas arrastraron cable de electricidad y la reacción en cadena fue que gran parte de la ciudad de Toronto se quedara (y aún sigue) sin servicio de energía.  

En cuestión de horas las autoridades abrieron “warm centres”, especie de refugios con calefacción y servicios básicos para que aquellos que no tenían manera de calentarse en sus casas, pudieran pasar la noche. Pero otros cientos de personas aún siguen varados en aeropuertos y estaciones de trenes esperando que las condiciones mejoren para viajar seguros.

frozentreeAllá afuera, el árbol de mi patio sigue encapsulado en hielo y no creo que se derrita pronto. El pronóstico del tiempo ahora dice que vendrán fuertes vientos y las temperaturas caerán aún más, lo que significa que todo lo que se congeló va a seguir así por largo rato. 

Mientras los cuerpos de seguridad y organismos del gobierno siguen trabajando para restaurar el orden, en casa seguimos atentos a las noticias, agradeciendo tener nuestra normalidad casi intacta y preparándonos para celebrar mañana la Navidad.

Bajo cero y bajo hielo…