Déjate ayudar

En Canadá, en general, la gente es amable. Se puede contar y confiar en las instituciones. Para casi todo existe una manera correcta de hacer las cosas, y a los canadiense les gusta aplicarla, buscando hacer la vida más segura y civilizada. Aunque hay gente de muchas culturas, todas convergen en valores comúnes de amabilidad, inclusión y respeto.

Hace poco filosofaba con una amiga acerca de lo desconfiados que somos los venezolanos (o me atrevo a decir, los latinos) porque venimos de países donde la sociedad te enseña que nadie te hace un favor de a gratis y que es normal esperar lo peor de la gente. Luego al llegar a Canadá hay que darse tiempo para cambiar esa manera de pensar como parte del proceso de adaptación. A veces nos cuesta creer muchas de las demostraciones de gentileza que nos encontramos a diario. De hecho, para nosotros ese fué el primer shock cultural.

Lo otro que hay que aprender, además de bajar un poco la guardia, es dejarse ayudar. De nuevo, como en nuestros países solo contábamos con la familia y muy pocos amigos dentro de nuestro círculo de confianza, nos acostumbramos a ser «auto-suficientes» y resolver. Esto a mi parecer nos da una gran ventaja: somos versátiles y echamos para adelante ante cualquier situación, no nos quedamos en el aparato… o, dicho en cristiano, somos ingeniosos.

Sin embargo, como recién llegados en un país completamente diferente y sin conocer a mucha gente, nos ha tocado dejarnos ayudar. Al principio se puede sentir frustación de no saber muchas cosas, porque aunque te puedes saber la teoría por todo lo que investigaste en internet antes de venir, no se  internaliza el aprendizaje hasta que se vive. Así es como nos ha tocado preguntar, preguntar y preguntar, sobre todo a los amigos que tienen más tiempo acá, al personal del gobierno, y hasta a los vendedores en las tiendas. Estas dos últimas alternativas ni siquiera las considerábamos en Venezuela. Me cuesta aún creer que la vendedero de Sears, efectivamente estará dispuesta amablemente a aclarar mis dudas sobre cual es el mejor abrigo de invierno para comprar (y que de verdad sepa de lo que está hablando).

Asi mismo, es natural que en los primeros meses tus amigos (que pueden ser amistades de años o recién conocidos) te ofrezcan ayuda en muchas cosas: mudarte, cuidarte a los niños mientras haces diligencias, llevarte al super para que hagas la compra, darte tips de economía familiar, recomendarte para un trabajo, aconsejarte sobre cómo elegir el banco, el carro o (de nuevo) la ropa de invierno. Hay tanto que aprender, y tanta gente que te tiende la mano. Uno hasta puede llegar a sentirse abrumado y confundido… Porqué tengo que pedir ayuda si en mi país hacía todo por mí mismo? Me dejo ayudar? De nuevo, ADAPTACION. Cambiar un poco la manera de pensar. Aprender otra vez a confiar en la gente. Además, andar con la guardia arriba en un país donde no es necesario, es simplemente agotador.

Pasé un mes llevando a Sofia al colegio en transporte público y además, nos tocaba caminar unas 3 o 4 cuadras. A veces con lluvia, viento, frio o con todo eso junto. Trataba de no quejarme (Sofía nunca lo hacía), pero en el fondo pensaba que ojalá le asignaran pronto el autobús escolar, o que alguien se apiadara de nosotros y nos diera la cola, y además extrañaba tanto mi carrito en Venezuela! Caminar casi 2 km ida y vuelta al colegio, para mí era un suplicio. En este primer mes de clases Sofía se ha hecho muy amiga de una niña de familia egipcia, y el pasado domingo la invitaron a una play date (cita de juegos) en su casa. Ese día tuvimos la oportunidad de conocer a la mamá, una señora como de nuestra edad, y SUPER AMABLE. Conversamos un rato sobre los temas de siempre: de donde venimos, cuanto tiempo tenemos en Canadá, donde vivimos, nuestras profesiones, el colegio de las niñas…

Cuando la señora supo que todos los días llevaba y traia a Sofia caminando desde nuestra casa, nos dijo: «Eso es muy lejos! A partir de mañana, yo las voy a llevar de regreso al salir de clases«. Fer y yo quedamos ponchados («Noooo, pero que pena! Nooo cómo se le ocurre…Si la acabamos de conocer…no podemos aceptar ese favoooor…que penaaa»). Ella insistió.

Al día siguiente me llamó temprano pata decirme que casualmente ese dia no iba a poder, pero que ya había arreglado con su esposo para que él nos trajera. Otra vez, yo «Noooo, pero que pena! Nooo cómo se le ocurre…Si nisiquiera conocermos a su esposo…no podemos aceptar ese favoooor…que penaaa». El esposo se puso al teléfono y me dijo:

«Mucho gusto señora y bienvenida a Canadá. Mire, la vida en la ciudad es muy complicada, no la haga usted más complicada. Yo no la voy a llevar a Toronto, la voy a llevar a aqui mismo. Eso solo me toma 5 minutos. DEJESE AYUDAR. Nos vemos en un rato en el colegio. Hasta luego».

Fin de la conversación. Ese día, el señor nos trajo hasta la casa, y yo todavía me sentía bastante «extraña» con aquella situación.

La historia continúa:

Al día siguiente la señora me vuelve a llamar: «Estaba pensando, que no tienes que caminar todos los días en la tarde hasta el colegio  para esperar a Sofia a la salida. Yo misma la busco y te la llevo, no me cuesta nada…«. Otra vez, me moría de la pena, y otra vez terminé aceptando. Le dije «Desearía tener un mejor inglés, para poder agradecerte mejor«. Ya para ese momento, «Thank you very very much» y «I really appreciate your help» no eran suficientes. Por cierto, olvidé decirles que la señora vive frente al colegio y se desvía como 8 cuadras sólo para traer a Sofía hasta la casa, y ha demostrado que lo hace con gusto.

Nosotros seguimos en ese proceso de aprender a confiar otra vez, de entender que NO todo el que se te acerca viene con intenciones ocultas o a querer aprovecharse de tí. No es fácil sacarse un cassette de tantos años, pero si les puedo decir que se siente muy bien estar rodeados de tanta gentileza. Y saben que se siente mejor? Retribuirla. Ayudar también a los otros. Estamos re-conociendo el concepto de esos favores que no necesariamente serán cobrados más adelante, y entendiendo que el valor de la generosidad no le pertenece a un país ni a una religión, sino al ser humano.

10 comentarios en “Déjate ayudar

  1. Pingback: Haciendo amigos - Del Calor al Frío

  2. Pingback: Freecycling, o regalar para no botar - Del Calor al Frío

  3. Pingback: Un año en Canadá | Del Calor al Frío

  4. Pingback: Haciendo amigos « Buscando la Hoja de Maple

  5. Pingback: Comprando ropa abrigada (I) « Buscando la Hoja de Maple

  6. Hola karla me gustaria contactarte tengo muchas preguntas para ti tambien soy de venezuela y estoy pensando en emigrar.
    Gracias. Saludos, Chris

  7. Ayer vivi una experiencia similar y fue con un Venezolano que ya tiene una decada en Canada. Me dio una clase magistral de como insertarme laboralmente aqui, con toda la humildad mas grande que tenia tiempo no veia. Ciertamente cuando llegamos venimos con el corazon a la defensiva y sin perder tampoco el norte, hay que dejarse ayudar sabiendo que no te piden nada a cambio. Y de igual manera lo retribuimos 🙂

    Un abrazo hermana. !

Los comentarios están cerrados.