2 años

hojademapleentredosHoy se cumple el segundo aniversario de nuestra llegada a Canadá.

Un gran amigo (inmigrante también) nos dejó en el buzón un email de felicitación muy emotivo, junto a unas palabras de reflexión:

¿Qué pasa por la mente de un inmigrante?  

«En este proceso están presentes emociones que se reciclan una y otra vez. La confianza en los otros, cuando te encuentras gente abierta al cambio y con la sensatez de verte como una oportunidad y no como un enemigo; el miedo y la inseguridad que te da el sentirte excluido del grupo mayoritario, ya sea por el idioma, por el estilo de vida o por la cultura; la sensación de poder, ante el hecho de que ser extranjero es una decisión de vida y de que siempre tienes la posibilidad de regresar a tu país; la rabia frente a los asomos de discriminación en ámbitos laborales, burocráticos, personales. Y obviamente la sensación de  incertidumbre, presente en cada uno de los momentos de mi aventura.»

Un inmigrante anónimo, Octubre de 2010

Hoy celebramos el aprendizaje de estos 2 años y la certeza de que lo bueno seguirá llegando. Como dijo mi amigo en su email «la historia la escribimos en cada paso«…

 

¿Listos para un nuevo comienzo?

Llegó la primav1020485888_6b3d934046_zera… esa maravillosa época del año cuando la nieve se va borrando del mapa, el frío ya casi es historia y Canadá se prepara para darle una bienvenida más cálida a sus nuevos inmigrantes. Muchos eligen la primavera y el verano para llegar con sus familias a iniciar una nueva vida con visa de residentes en mano. Esos mismos que en este momento deben estar como estuvimos nosotros hace un par de años: en un corre-corre continuo, abrumados entre planes y diligencias y con la fecha de landing casi encima. (Sobre)viviendo en su país de origen, pero con la mente puesta en Canadá y sintiendo como los días pasan cada vez más rápido.  Me estreso de solo recordarlo…

Son momentos donde la cabeza se llena de dudas… «¿cómo será la ciudad?, ¿tendremos un supermercado cerca para comprar comida al llegar?, ¿podremos activar nuestros celulares allá?»  Pensando en eso, me pareció una buena idea hacer un resumen de las entradas que escribí acerca de la planificación y preparación del viaje, nuestra llegada a Canadá y lo que vino inmediatamente después.

La planificación

Una vez que tuvimos la certeza del sellado de nuestros pasaporte, comenzamos a planificar la partida. Aunque teníamos unos 6 meses por delante, igual no fueron suficientes… así que nunca es demasiado temprano para comenzar.  Además, descubrimos que emigrar es un trabajo de medio tiempo. Con tantas cosas por hacer y una fecha marcada en el calendario, hay que dedicarle una buena parte del día.

Para calmar un poco nuestras inquietudes, investigamos todo lo que pudimos sobre la ciudad donde íbamos a vivir: las zonas residenciales, los colegios, supermercados. Sin perder de vista  que estaríamos por empezar una nueva vida, comenzamos a ahorrar lo antes posible y  nos hicimos un presupuesto con los precios que encontramos en internet sobre el mobiliario básico,  planes de telefonía celular, artículos del hogar y electrónicos, etc. (los enlaces de Walmart.ca y CanadianTire.ca estaban en nuestros favoritos). Así logramos tener un estimado en dólares de lo que íbamos a gastar en nuestro «settlement», lo cual afortunadamente pudimos costear con nuestros cupos de viajero a dólar preferencial (caso Venezuela). A un mes antes del gran día, nos fue de gran utilidad planificar los pendientes en Google Calendar y reservar de una vez el que sería nuestro primer alojamiento en Canadá.

Aunque aquellos meses fueron  bastante estresantes, pudimos también ver lo positivo y valorar esa etapa que se fue volando. Luego llegó el momento de la mudanza inevitable antes de partir: dejar nuestro apartamento, vender nuestras cosas, regalar, donar,  embalar algunas cajas, en fin…

 

El landing

Preparar el equipaje fue a la vez emocionante y retador. Las maletas más importantes de nuestras vidas, las que llevan literalmente todo lo que nos acompañará en este nuevo comienzo (no se les olvide incluir lo más importante). Las nuestras las hicimos con el corazón arrugado, pensando en lo que dejábamos atrás. Pero sin mucho tiempo para ponernos emotivos, porque todo pasó tan rápido que de repente nos vimos ya montados en el avión. Y después de un largo viaje, llegamos por fin al país que nos recibiría como inmigrantes… Aquí la historia de nuestro landing en Canadá.

 

Los días siguientes

Una montaña rusa. No encuentro otra forma de describirlo. Desde que pisamos Canadá todo empezó a pasar realmente muy rápido. Teníamos un montón de diligencias por hacer, junto a la novedad de ser recién llegados a un país donde no vinimos de visita, sino a quedarnos de forma permanente. Fue así como empezamos a desarrollar de inmediato y paso a paso todos los puntos de la agenda que habíamos preparado antes de llegar:

Aquellos primeros días anduvimos para arriba y para abajo con nuestros papeles de landing y nuestros pasaportes, mientras nos llegaban las PR Cards y las licencias de manejo para usarlas como identificación. Por cierto, para casi todos los trámites piden una dirección y un número telefónico. Por eso fue buena idea asegurarnos de traer un celular desbloqueado de Venezuela, buscamos en internet un plan pre-pago económico y el amigo que nos fue a recibir al aeropuerto adquirió previamente por nosotros el plan, nos entregó la sim card ese mismo día y listo: línea celular activa en Canadá.

Luego vendría la búsqueda de una vivienda a más largo plazo, un colegio para nuestra hija, el ingreso al sistema de salud canadiense y la solicitud de los beneficios que nos corresponden como residentes de la provincia. Todas esas experiencias se las cuento en una serie de entradas acerca de lo que deben saber para emigrar a Ontario:

Para cuando ya se sientan establecidos y listos para iniciar con todos los hierros la búsqueda de empleo, les dejo mi reseña sobre un libro que no pueden dejar de leer: «Herramientas para la Búsqueda de Empleo en Canadá» de Guillermo Ziegler. Es una gran idea apoyar esta lectura con  una investigación previa de tu profesión en Canadá y haciendo mucho networking. Una nueva vida no solo implica recuperar lo material, sino también es un buen momento para construir nuevas relaciones, pero sin descuidar a la familia

Espero que este resumen sea de utilidad para los que ya están en cuenta regresiva y a punto de iniciar la etapa cumbre de su proyecto de migración. Es cierto que son muchas las cosas que hay que hacer antes de venir y luego ya como recién llegados. Pero no dejen que la emoción del nuevo comienzo los abrume. Sentirse parte de la comunidad y del país, lograr la calma que viene con la cotidianidad, es algo que se toma varios meses o hasta años. Así que: a darle tiempo al tiempo.  Emigrar va mucho más allá del landing, de hecho, es ahí cuando verdaderamente empieza la aventura…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los niños emigrantes y el amor por su país

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– “Bendición mamá.”

– “Que Dios te bendiga hija….”

Así es como mi pequeña y yo nos saludamos cada tarde cuando la busco en su colegio, mientras los otros niños y papás miran con curiosidad este ritual de cariño tan nuestro. Que los hijos nos pidan la bendición puede parecer una rareza para otra culturas, pero en Venezuela es una de las costumbres más bonitas entre padres e hijos. Porque resulta que, aunque estemos lejos, seguimos haciendo familia a lo venezolano.

Haber emigrado me ha puesto a reflexionar acerca de cómo aprendemos a amar nuestro país de origen. Cuando lo dejamos para buscar otros rumbos, nos descubrimos añorando nuestra patria con un fervor que se alimenta de la nostalgia y de las diferencias que encontramos en el país que nos adopta. Como dicen por ahí: no sabemos cuanto la queremos hasta que estamos lejos.

Desde chiquitos y sin darnos cuenta, el amor por nuestra tierra se va arraigando a medida que asociamos vivencias felices con lugares y seres queridos. Los viajes a la playa con los primos, los domingos visitando a los abuelos, los cumpleaños rodeados de famila. Mis mejores recuerdos son los de las navidades, cuando poníamos juntos el arbolito, oyendo gaitas y sintiendo como la alegría de mis padres se nos contagiaba a todos en casa.

Pero al partir, dejamos atrás a la familia extendida, la escuela, los amigos… y solo quedamos mamá y papá para transmitir a nuestros hijos lo que distingue a la nacionalidad: el idioma, los símbolos patrios, la historia, las tradiciones, los valores y creencias. Nos toca incorporar los rasgos de nuestra identidad cultural en la vida cotidiana.

¿Cómo hacer esto?

A través del lenguaje… Es cierto que los niños aprenden un nuevo idioma muy rápidamente, pero del mismo modo pueden desligarse de su lengua materna si dejan de utilizarla a diario. En casa, por ejemplo tenemos la regla de “sólo español”, el cual nosotros hablamos con el pintoresco acento zuliano. Así hemos logrado que nuestra hija mantenga la fluidez al usar el vocabulario y pronunciar las palabras, sin perder ese tono coloquial que enriquece y le da un aire de cercanía a sus conversaciones por Skype o teléfono con la familia en Venezuela.

A través de la comida… De mi mamá aprendí que la venezolanidad entra por la cocina. Por eso después de emigrar, me he dedicado a recrear esos platos criollos que nos hacen sentir más cerca de nuestra tierra. En mi casa siempre preparo cachapas y mandocas, pabellón criollo, empanadas de carne mechada, plátano asado, papelón con limón… Algo tan simple como invitar a mi hija a que amasemos juntas las arepas se vuelve un acto de enseñanza que va más allá de lo culinario. Le estoy enseñando también sobre nuestra cultura.

A través de las anécdotas… a los pequeños les encanta que sus papás les cuenten historias de cuando eran niños y si esa infancia la vivimos en Venezuela, es la mejor oportunidad para hablarles de cómo jugábamos con el trompo o la perinola, al Escondido o la Candelita. Cantemos juntos “Arroz con leche” y “Aserrín-Aserrán”.  Así los recuerdos de nuestra niñez y juventud se transforman en un puente para acercar a nuestros hijos a sus raíces familiares.

A través del ejemplo… ya sabemos que ésta es la mejor manera de sembrar valores en un niño. Demostremos amor por el terruño, honrando sus símbolos, hablándoles de su bandera y del himno nacional, de sus próceres y fechas patrias. Pero sobre todo, practiquemos frente a ellos y con ellos, las mejores cualidades de nuestro gentilicio: ser alegres, solidarios, trabajadores, creyentes y apegados a los valores familiares. Esas cosas maravillosas que nos distinguen como venezolanos en cualquier parte del mundo.

Para las familias que decidimos emigrar, inculcar en los hijos el amor por el país que dejamos requiere un esfuerzo adicional. Llenar de tradición las experiencias felices en casa se vuelve más necesario que nunca, teniendo siempre presente a Venezuela a través del idioma, la cultura, los símbolos, los recuerdos y las anécdotas de nuestros años allá. Así los niños aprenderán a querer también ese lugar, o si lo conocieron, a no olvidarlo. Se seguirán identificando a medida que crecen con el país de sus padres y lo llevarán siempre y con mucho orgullo en su corazón.

Los padres huérfanos

aeropuertoHace unos días mi Mamá me envió un mensaje al celular que decía: «Te recomiendo leer el artículo de Elizabeth Fuentes ‘Los Padres Huérfanos´, de El Nacional». Anoche recordé que tenía esa lectura pendiente, así que me dispuse a buscarlo. Lo leí y enseguida decidí que era importante compartirlo en este espacio.

¿Porqué?

Porque aquí siempre les hablo desde la perspectiva de la que se fué. Ya es momento de mirar este asunto de emigrar desde la óptica de los que se quedan. Y quién no lo podría explicar mejor que una madre…

A continuación, un extracto del artículo:

6.12: “DIA DE LOS PADRES HUÉRFANOS” por  ELIZABETH FUENTES

”Madre muerta caminando” es como lo describo, mala traducción de ‘men dead walking’, que es como rotulan a los condenados a muerte mientras atraviesan el pasillo que los llevará a la silla eléctrica.

Exagerada la comparación, por supuesto, pero igual lo repito mentalmente cada vez que me despido de mi hija y comienzo a atravesar ese trocito de aeropuerto donde ya no hay regreso, y me volteo para mandarle un besito volado con cara de que “estoy bien” y ella me responde guapeando por no llorar, mientras mi yerno, mi otro hijo, la abraza fuerte porque sabe lo que le espera cuando lleguen a casa y vean la habitación vacía.

Todos mis sobrinos ya se fueron. La única que faltaba se acaba de largar a Australia, que es como decir “más nunca”.

“Eso no tiene consuelo”, les digo a mis hermanos como se lo he repetido a varias de mis amigas que pasaron por semejante dolor.

En nuestras reuniones familiares ya no hay jóvenes, solo padres que hablamos de hijos ausentes, del nido vacío antes de tiempo, de lo caro que están los pasajes, de las maromas para cancelar la tarjeta de crédito a tiempo hasta el próximo viaje.

Mi hija, les hago el chiste, llena la nevera y la despensa con maravillas para que yo no tenga que gastar nada en eso.

No hay manera de que entienda que para un venezolano ir a Whole Foods es como visitar el Moma y que salir a caminar a cualquier hora o caerse a palos en un bar hasta las dos de la mañana, es ahora un derecho humano solo para privilegiados.

Los jóvenes que conozco -profesionales, inteligentes, echados pa’lante-, meten el verbo “irse” en su conversa con tanta naturalidad como la palabra “secuestro”.

Una de ellos me contó, tranquilaza, que a la hora de una emergencia etílica en pleno bonche, mandan al más pelabolas a comprar la caña o el hielo, porque no es secuestrable.

Pero no solo se van por razones “mercantilistas”, como metió la pata una de las tantas ministras de salud que tampoco sirve para nada: la señora que gerencia nuestra casa me dice que quiere mandar su muchacho de vuelta a Colombia ¬ un jovencito buena conducta- porque en su barrio todo es drogas, asesinatos y ajuste de cuentas.

Cada día me llega con un cuento más espantoso que el anterior. Que si a la clase media se le van los hijos, a los humildes se los asesinan, un dolor incomparable a nuestro rito de aeropuerto.

Una nadería nuestra despedida frente a una espera a las puertas de la morgue.

Mi hija se aterroriza cada vez que aparece Venezuela en las noticias: presos descabezados, atracos en cine, asaltos en las iglesias, narcotráfico, un presidente amenazando con sandeces, secuestros cash, protestas callejeras, gente matándose por un kilo de harina PAN.

A veces me pide que me quede, que no regrese a ese infierno.

Entonces me imagino hablando un inglés con mucho acento, sin amigos, sin historia, sin nada que hacer, pendiente del país y del resto de mis amores por Internet, cada vez más enfurecida con este destino que nos ha impuesto esta catajarra de malas personas que dicen gobernarlo.

Porque esa gente no es ni de izquierda ni de derecha. Además de incapaces y flojos, son unos indecentes, así de simple.»

Comparto tu impotencia Elizabeth, no te imaginas cuánto. Sé que mi mamá y otros muchos padres de hijos emigrantes también lo hacen.

Impotencia por tener que irnos de un país que ya no era capaz de ofrecernos nada, de tener que convertirnos en otros «jóvenes profesionales y echados pa´lante» que tuvieron que irse y dejar atrás a nuestras amadas familias.

El artículo completo fué publicado en el diario venezolano «El Nacional» el domingo 6 de octubre de 2013.  Su autora, Elizabeth Fuentes, es una «Periodista todo terreno, columnista de El Nacional. Dramaturga y escritora» como se define en la Bio de su cuenta de Twitter @fuenteseliz. Si pueden, no dejen de leerla.

Cambiando paradigmas

breakingparadigmsEn nuestro equipaje mental, doblados y empaquetados junto a los valores, tradiciones y creencias, vienen también los paradigmas. Esas ideas o patrones que creemos ciertos y que de tanto aplicarlos terminamos adoptándolos y hasta defendiéndolos. Por darles un ejemplo sencillito: “tengo que estudiar derecho, ingeniería o medicina, porque esas son las carreras que dan plata”. “Tengo que tener casa propia y carro último modelo para demostrar que triunfé en la vida.”

Este brinco inmenso que significa emigrar nos ayuda a cambiar de perspectiva y re-pensar estos patrones. Al dejar nuestro país por nuevos horizontes, nos damos cuenta de que gran parte de la adaptación consiste en cuestionar esas creencias y aceptar que algunas ya no encajan y que las podemos (o debemos) cambiar.

Las diferencias culturales entre mi natal Venezuela y mi país adoptivo Canadá son especialmente notables cuando de paradigmas se trata. Varias veces he tenido esos momentos de claridad, donde se enciende un bombillo sobre mi cabeza y pienso  “Aaaah claro, ya entiendo porqué aquí las cosas se hacen así…”.

Aquí están algunas de esas cosas y sus porqués:

  • Muchas personas prefieren no tener vehículo o si tienen, compartirlo con otros (car pooling). Otros optan por andar en bicicleta (clima mediante) o utilizar transporte público, el cual es bastante eficiente. De preferencia, las personas eligen trabajar, estudiar y hacer vida cerca de su casa. Cuando evalúan aplicar a un trabajo lejos de su lugar de residencia, hay que tomar en cuenta el costo de llenar el tanque o de pagar el tren/metro/autobús (commuting) y restarlo de la oferta salarial. Cuando hacen un viaje por carretera, incluye en el presupuesto el costo de llenar el tanque.

Porqué: La gasolina es cara.  Ahora mismo está a un promedio de 125 centavos por litro.

  • A veces, el hecho de que uno de los padres se quede en casa con los niños es más rentable que si ambos trabajan fuera. Muchas familias recién llegadas se orientan inmediatamente a buscar trabajos tiempo completo en oficina. Pero si tienen niños pequeños, que aún no están en edad de asistir a la escuela, deberán conseguir antes un Day Care o guardería y prepararse a destinar casi la mitad de uno de los sueldos para costearla.

Porqué: El cuidado de los niños es uno de los servicios más costosos en Canadá. Las tarifas rondan los $25-30 al día por infante, 5 días a la semana, lo que hace unos $600 al mes.

  • El vivir alquilados es bastante común y muchos lo prefieren aún cuando cuentan con buenos ingresos y trabajo estable, y pueden acceder a créditos para adquirir vivienda de manera relativamente sencilla. En nuestro caso y luego de un par de conversaciones concienzudas con nuestro realtor, tomamos la decisión de esperar un poco más antes de comprar una casa.

Porqué: Aunque tener casa propia es el sueño de muchos, aquí las propiedades no se revalorizan al sopotocientos porciento como en nuestros países. Además, los gastos relacionados con impuestos y mantenimiento de la propiedad llegan a ser elevados y pegan duro contra el presupuesto mensual. Otro punto: la «estabilidad laboral» es relativa, ya que la ley de empleo no protege tanto al empleado como en Venezuela, y el día que la empresa sienta que debe prescindir de tus servicios no está obligada a nada contigo. De un día para otro tu estaus laboral puede cambiar y aún tendrás una hipoteca qué pagar.

  • Es común ver muchas personas de la tercera edad trabajando. El otro día mi hija veía con preocupación a una abuelita barriendo el pasillo en un centro comercial. “Pobrecita esa ancianita que tiene que trabajar, debería estar en su casa descansado”. Me puse a pensar que quizás no trabaja por necesidad sino porque quiere y puede hacerlo.

Porqué: Aunque un trabajador se puede jubilar a los 65 años, no está legalmente forzado a hacerlo, además los planes de retiro del gobierno no son precisamente una maravilla. Así que los adultos mayores pueden elegir seguir trabajando mientras su capacidad mental y física se los permita, y ningún empleador se puede negar a esto, ya que puede ser considerado como discriminación.

  • Desde hace varios años existe en Canadá una escasez de mano de obra calificada en carreras técnicas u oficios, ya que muchas generaciones de canadienses e inmigrantes han preferido que sus hijos estudien ingeniería, medicina o derecho, con post-grado incluido. Es por eso que profesionales como plomeros, albañiles, carpinteros, mecánico automotriz o electricistas pueden tener un nivel de vida alto, si eso significa tener casa propia, carro del año, dinero extra para viajes y otros pequeños lujos.

Porqué: Debido a la escasez de profesionales en estas ocupaciones, los que existen son muy demandandos y pueden cotizar una tarifa alta por hora, que les permite tener un estilo de vida tan bueno como si se ejerciera una carrera universitaria.

  • El punto anterior también es el culpable de que aquí todo el mundo tenga que hacer sus propias cosas. A más de uno le ha tocado remodelar por sí mismo el sótano, cambiar las baldosas del baño, instalar los gabinetes de la cocina o diseñar y mantener su propio jardín. En las tiendas ferreteras no solo alquilan la maquinaria y venden todos los equipos y perolitos para este tipo de trabajos, también dan cursos de jardinería, plomería y construcciones menores. Las chicas pueden preferir andar menos arregladas y olvidarse de su visita semanal a la peluquería, o aprender a encargarse de su cabello y uñas por ellas mismas. Como leí por ahí… «la necesidad obliga«, así que en casa, todo el mundo a limpiar, a planchar y a cocinar!

Porqué: La peluquería, jardinería, limpieza, tintorería y el servicio doméstico en general son costosos y no todos pueden costearlo. Por eso a muchos nos toca entrarle a estos oficios, y porque no?… reinventarnos.

La emigración empieza por un cambio de pensamiento, se alimenta de la flexibilidad de nuestras ideas y de lo abiertos que seamos para ajustarnos a la cotidianidad del país que nos recibe. Se puede aprovechar el nuevo comienzo para aprender a pensar distinto, manteniendo los valores intactos, eso sí.

Atreverse a romper esos paradigmas que traemos del país de origen, por el simple hecho de que aquí adoptaremos otros otros nuevos… también de eso se trata este asunto de emigrar.